Subir a la Cuesta

Subir a La Cuesta
Cuando quedábamos libres de obligaciones, subir a la Cuesta era lo que más nos gustaba, trepar por El Plano, recoger los casquillos de las balas que disparaban los soldados o la Guardia Civil, cuando hacían sus prácticas en el campo de tiro de la explanada, para luego venderlos en la chatarrería de Redondo, beber el agua de la Fuente de Los Pastores, recoger el fruto de las zarzamoras, robar alguna fruta sin que nos cogieran. Aquello era La Aventura.
Cuando no disponíamos de tanto tiempo, en medio de la calle, en la parte llana, en frente de la casa de los Cabal, se organizaban partidos de alcantarillas, con dos porterías que se armaban con un par de piedras y, enfrentados, un par de equipos formados por cuatro, seis… o diez y siete jugadores ¡venga a meter goles! Otra variante era jugar a “centros”, en el cruce de las calles, aprovechando como porterías los plátanos de sombra que contorneaban las aceras, uno de los participantes centraba con el balón como si lanzase un saque de esquina, y los demás a rematar ¡todos! No había defensas, el portero estaba solo y los demás a machacar por él.
De vez en cuando algún remate salía “demasiado bien” y rompía un cristal de la ventana de la casa de Machín, que estaba en el cruce de Julián y José Rodríguez. Entonces teníamos que salir huyendo, juntar entre todos el dinero para comprar el cristal y buscar a algún mayor que se prestara para llevar el dinero al vecino damnificado y pedirle que nos perdonase “Hombre, ya sabes cómo es esto, ¡son niños!”
Un latin lover de bolsillo
De la familia de Machín apenas me acuerdo, pero mi madre me contó algunas veces, cuando veíamos por la tele a la actriz asturiana Mary Paz Pondal, que Mary Paz era familia de los Machín y que cuando era muy niña, dos o tres años, solía ir con sus padres a visitar a sus familiares de Ciudad Naranco y que una vez que había ido con su madre, la dejaron en nuestra casa, mientras su madre y la señora de Machín se desplazaron al centro para hacer algún recado. El caso es que llegó el momento en que a Mary Paz y a mí, nos llegó la hora de dormir la siesta ¡y que la dormimos juntos! Ya veis, entonces comenzó mi famosa saga de latín lover Durmiendo con Famosas.
Los nombres de las calles

Los nombres que tenían las calles del barrio era bastante curioso. La Ciudad Naranco era una urbanización que había levantado un constructor leonés, Julián Rodríguez, Don Julián, y como eran suyas, las calles las bautizó como le dio le real gana: con el nombre de sus hijos, Julián Rodríguez, Antonio Rodríguez, Manuel Rodríguez, Aniceto Rodríguez… hasta los años setenta, cuando al fin fueron asfaltadas, no recibieron los nombres que ahora lucen, nombres de personajes y montes asturianos.


© Milio el del Nido

Memorias de Ciudad Naranco

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