Aquellos caballos

Aquellos caballos
En nuestra casa, mientras fuimos niños, tuvimos dos caballos, el Moreno y el Tordo. El Moreno era un animal de mal genio, era un veterano de color castaño, duro como una peña y harto de tirar del carro, estaba resabiado y tenía todas las manías del mundo, coceaba y tenías que tener cuidado, porque si te ponías a tiro, daba unos mordiscos terribles, que te dejaban el brazo, la mano o lo que pillara por delante, destrozado. El Tordo era más noble, lo compraron cuando al Moreno le llegó la edad de jubilarse y llegó a la casa sin domar para tirar por el carro, cuando lo aparejaron y lo uncieron, se espantó y salió galopando,  el experto domador  que el abuelo había contratado para acostumbrarlo al trabajo, malamente conseguía controlarlo y el pobre animal, enloquecido, arrastraba el carro calle arriba y calle abajo como un poseso y no se destrozó el carro ni hubo mayor desgracia de milagro. La tarde entera estuvo el experto y toda la familia con él, sujetando el carro, corriendo y frenando, gritando todos, queriendo tranquilizar al pobre animal. Hasta que, poco a poco, se fue tranquilizando. Cuando se acostumbró al trabajo resultó ser un animal noble y seguro. Para unos críos como nosotros, con nuestros diez o doce años, era un orgullo ir en el pescante, con las riendas en la mano, llevando el carro por todos los barrios de Oviedo mientras se repartía la lejía por los distintos comercios.

© Milio el del Nido
Memorias de Ciudad Naranco

Comentarios

Publicar un comentario

Gracias por el comentario