El ganado menor

El ganado menor
Del ganado menor, ovejas, cerdos, conejos, gallinas, conejos de Indias que por allí pululaban, solo recuerdo una docena de gallinas, de raza Prat, una raza catalana que importó mi tío Pedro, Chichi para todos, el otro hermano de mi madre, que estaba casado y llevaba una representación de un laboratorio veterinario, que en aquellos años, con el revuelo que causó la llegada de la peste aviar, le daba buen dinero vendiendo las vacunas para librar a las gallinas del mal. El caso es que mi tío pretendía explotar aquellas gallinas con los más modernos métodos de la producción avícola, controlando la puesta de cada ejemplar por separado. Las instaló aisladas de las gallinas de la casa, en una esquina cerrada del patio y con unos ponederos que no les permitían salir de ellos hasta que se controlaba quien era la autora de cada huevo. 
El caso fue que con las gallinas no compró gallo y a mí me apenaban las gallinas de Prat y los gallos caseros, los que estaban con las otras gallinas, las que andaban sueltas a su albedrío. Los pobres gallos estaban continuamente pegados a la alambrada, cortejando a las Prat, pero sin poder alcanzarlas. Un día que me pareció que nadie andaba por allí cerca, cogí al gallo grande y lo pasé al otro lado de la alambrada  ¡Menuda exhibición! El gallo pisaba a una, pisaba a otra, a otra, a otra… daba la vuelta a todas, que se agachaban por orden y empezaba la ronda de nuevo. Iba todo sobre ruedas… hasta que llegó mi tío, que casi me mata cuando vio el putiferio. 
Seguramente pensaría que aquello perjudicaría la producción



© Milio el del Nido
Memorias de Ciudad Naranco

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