El miedo era libre

El miedo era libre
Una de las características de los tiempos de nuestra niñez eran los miedos que pasábamos. En aquellos años, las noches eran noches de verdad, la luz eléctrica resultaba muy cara para los medios de que se disponía y, por tanto, era muy escasa, las bombillas, cuando las había, solían ser de quince vatios y era con esas luces con las que se iluminaba el barrio, con una bombilla en cada poste, más o menos a cuarenta metros el uno del otro.
Po la noche, la negrura lo invadía todo, más que para alumbrar, se me ocurre que el ayuntamiento colocaba aquellos puntos de luz para que los niños afinásemos la puntería intentando romperlas arrojándoles piedras.
Restricciones
Algunos días de la semana había restricción, las restricciones eran cortes en el suministro eléctrico, que no sé si serían cosa de Hidroeléctrica del Cantábrico o del gobierno, o no sé muy bien de quién, pero el caso es que llegaba el aviso de que tales días de la semana, de tal hora a tal hora, había restricción y ¡a oscuras todo el mundo! Por suerte entonces no había neveras en las casas y no se perdía lo que guardases en ellas. Claro que con lo pobres que éramos todos, aunque tuviésemos nevera, ¡qué diablos íbamos a guardar en ella!
La candileja
Aquellos días de restricciones en las casas reinaba la candileja ¿Qué no sabéis lo que es una candileja? La candileja es un artilugio que se prepara con un poco de aceite dentro de un vaso o cualquier recipiente parecido, sobre el aceite se deja flotando una mecha, se le da fuego a la mecha y, mientras tiene aceite, va alumbrando como si fuese una vela y resulta más barato que la vela.
Ver no se veía gran cosa, pero daba unas sombras que a los niños nos hacían pasar unas angustias terribles viendo bailar las dichosas sombras.

Chuso y Milio del Nido


De Monaguillo
Cuando cumplí ocho años comencé a ejercer de monaguillo en el Colegio Loyola. Tenía que estar en el colegio a las cinco de la mañana, que era la hora en que comenzaban los sacerdotes a decir la misa.
Mi abuela me despertaba a las cuatro y media, me calentaba un tazón de leche con cacao y aunque la pobre estaba ya medio ciega a causa de la diabetes y la insulina, me peinaba con todo el cuidado para que fuese guapo a cumplir mi labor. Un día, nada más salir de casa, siendo aún noche cerrada, sentí unas ganas enormes de orinar, así que cuando llegué a la altura del taller de Petranova, me acerqué a una pared de ladrillo que estaban construyendo, apoyé una mano en la pared y… cayeron dos ladrillos. Me quedé sorprendido y, de repente, sin saber de dónde venía, me estalló una bofetada en medio de la cara que me dejó tonto. Se me cortó la meada cuando vi, frente a mí, a veinte centímetros, la cara fea de un  energúmeno que me gritaba hecho una furia, como si yo hubiera derribado las pirámides de Egipto.
El agresor era un obrero que trabajaba en la carpintería de Barmo, enfrente del Loyola y que poco tiempo después tuvo que retirarse al quedar medio ciego por una enfermedad. El tipo pasaba luego los días delante del Garaje Carreño, a la entrada del barrio y buenas ganas pasé de devolverle la bofetada. Nunca tuve tiempo para ello, pero eso sí, guardar se la tengo guardada. 

Chuso´l del Nido. Traducción Milio´l del Nido

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