Rubines, un héroe silencioso

Rubines, un héroe silencioso
Rubines fue un vecino que nos llamó la atención desde el mismo día de su llegada al barrio, y que nos causó una profunda impresión: estábamos con nuestro abuelo Jesús pastoreando las vacas en lo que llamábamos el Prao de Acá, que estaba situado detrás del Colegio Loyola, bajando hacia el Vertedorio, en el valle de Valdeflora, serían más o menos las cuatro de la tarde, cuando vimos llegar a una escombrera que se había formado con los restos de materiales de las casas que acababan de construir, en la prolongación de Vital Aza, calle que ahora llaman Hangzhou y que lindaba con nuestro prado, a un hombre con un carretillo destartalado, en el que llevaba un banco de carpintero y una bolsa de tela grande,  que le servía a modo de petate. 
Sin pronunciar palabra se puso a trabajar con pico y pala, comenzando a limpiar y allanar aquel terreno. Nuestro abuelo estaba segando un pedazo del prado para llevar su yerba para que sirviera de cena para las vacas, mientras, nosotros no dejábamos de mirar para aquel hombre, calvo, con una cabeza en forma de bombilla que brillaba bajo el sol de la tarde. Sin embargo, lo que más nos llamaba la atención era su manera incansable de trabajar.
Al rato apreciamos como, después de limpiar y allanar un pedazo de terreno, se ponía a ahondar una zanja cuadrada, como para fabricar los cimientos de una caseta. Cuando comenzaba a oscurecer sacó de la bolsa de tela un pedazo de pan y un trozo de algo que no se distinguía si era queso o tocino y se sentó a devorarlo pausadamente, sin hablar con nadie, aunque en aquel momento ya todo el vecindario estaba pendiente de él. Cuando terminó el condumio, aplanó un poco el terreno, colocó en lo allanado el banco de carpintero y tapándose con una lona, se tumbó a dormir.
Siguiendo con su labor
Al día siguiente, siempre en silencio, siguió con su trabajo, sin un momento de reposo, todo el santo día. A la noche se repitió la escena del pan y el tocino o queso. Algunas de las  mujeres de las casitas de enfrente, fueron a llevarle un poco de vino y algo de comida, que aquel hombre agradeció tembloroso, las mujeres quitaban importancia a la acción, que decían no era más que un poco de solidaridad entre los pobres.
Siguió con su trabajo incesante dos o tres jornadas, hasta que un buen día desapareció con su carretillo. Nos quedamos todos en ascuas, ya que nada sabíamos de las intenciones que le llevaban a realizar aquel trabajo agotador, al día siguiente reapareció con el carretillo cargado de piedras y un saco de cemento.
Poco a poco y gracias a las parcas conversaciones que mantenía con las mujeres del vecindario, fuimos enterándonos de que estaba casado, que tenía mujer y dos hijos y que estaba construyendo lo que sería una casa para traer para Oviedo a su mujer e hijos e ir a vivir allí con ellos. Pacientemente, recogiendo piedras por los caminos y los descampados, con algún ladrillo que le regalaba algún vecino y sobre todo, con su titánico esfuerzo, levantó primeramente una caseta, donde se metió toda la familia y luego, dejando la caseta dentro, construyó una casa de planta y piso bien guapa.
Un héroe
Para nosotros, sin ninguna duda, Rubines fue un héroe al que admirábamos, porque era, simplemente, admirable. Como también lo era la solidaridad de los vecinos, que pese a sus pocos recursos, ayudaban al héroe en lo que podían.
Cuando acabo de escribir estas líneas, me entero de que al hijo mayor y a un nieto acaban de asesinarlos en Trubia, donde poseían un pequeño prado en el que mantenían un par de caballos y un vecino loco, con la escusa de que los caballos le molestaban, los mató con una docena de disparos de escopeta.
Cosas de la vida.


Chuso´l del Nido. Traducción Milio´l del Nido

Comentarios

  1. Estoy EMOCIONADA con lo que acabo de Leer y Gracias a Tí que nos lo has Relatado tan..."Tan Requetebién"
    Gracias Cariño 🤗👌✌️👍🥰 por este Gran MOMENTO de FELICIDAD ❤️💛💜👏👏

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