El sereno

El Sereno
En el tiempo de nuestra niñez, en la Ciudad Naranco había sereno, apenas recuerdo al primero que conocí, un hombre mayor del que me parece recordar que apenas podía con el chuzo, símbolo de su autoridad y que llevaba medio a rastras, pero tras su retiro, entró en su puesto Arnaldo, un mozancón de El Abedul, en Belmonte de Miranda, un pueblo alto al que para acceder a él habían hecho algo que se parecía a una carretera, con unos vericuetos, unos despeñaderos y unas curvas que meten miedo.
Arnaldo era muy buena persona, servicial y atento… pero le gustaba el vino y cuando se ponía un poco alegre por el zumo fermentado de la uva, había que tener cierto cuidado con tropezárselo, porque le gustaba imponer su autoridad…en fin, que lo que le gustaba era pelearse, así que si volvías para el barrio un poco tarde, a la vuelta de alguna romería o algo similar, tenías que hacerlo con cuidado, porque si dabas con Arnaldo un poco alegre, podías encontrarte con un par de golpes de chuzo en el lomo si no andabas listo.
Cuando abrí El Nido, en Coronel Bobes, ya habían eliminado el cuerpo de serenos y a Arnaldo lo habían recolocado en el servicio de limpieza, coincidió un día tomando un vaso de vino con el muñeco de El Mateín, que estaba arrimado a la barra del bar. El Mateín es, desde hace años, el símbolo de las fiestas carbayonas y en su inicio fue un encargo de un muñeco de tamaño natural, que la SOF les hizo a mi hermana Mª Jesús, a Hugo O’Donnell y a Ángel Nava. Para confeccionar el traje del muñeco en almacenes Silka, me habían tomado a mí como modelo y al acabarlo, lo llevaron al bar antes de hacer su entrega a la SOF, por cierto que costó un triunfo enfundarle el traje al muñeco, ya que no es lo mismo vestir a una persona que se mueve, dobla los brazos y se contorsiona, que a un muñeco rígido. 
El caso es que el Mateín llevaba un pedazo arrimado a la barra mientras comentábamos el acierto en la labor de los artistas, cuando  Arnaldo, que estaba al otro extremo de la barra, en un momento determinado se dirige a mí, con la mayor seriedad y me dice: Oye Milio, aquel paisano de enfrente no me quita el ojo de encima y ya me está calentando ¡pues si quiere bronca va a tenerla!  
.-  Pero Arnaldo, ¿no ves que es un muñeco?
Arnaldo, asombrado, se acercó a la figura y a toda costa quería invitarlo a un vino, como Mateín no bebía, le puso un cigarrillo en la boca y hubo que ir a buscar una cámara fotográfica, dado que de aquella no había móviles para hacer un selfie que inmortalizara el encuentro entre Arnaldo y el Mateín, desde entonces grandes amigos.


© Milio´l del Nido
Memories d´unos nenos de Ciudá Naranco

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