Soñar despiertos

Soñar despiertos
Una de nuestras principales distracciones que llegaba a ocuparnos horas, era el contar a los amigos las películas que veíamos; el que iba al cine debía contar a los demás la película que había visto. Cuando presenciabas alguna cinta tenías que hacerlo con los cinco sentidos puestos en alerta, porque sabías que después tenías que contarla, por eso, los buenos narradores, tenían un público devoto.
Desde que llegó la televisión a los hogares, todo el mundo ve cine a todas horas y a nadie se le ocurre contar con pelos y señales todo lo que pasó en la pequeña pantalla, pero cuando éramos niños, si tenías suerte, ibas al cine una vez al mes ¡si ibas! Y una película era una ventana abierta a mil aventuras, te permitía vivir mil vidas diferentes, así que te aprendías de memoria el guión y te quedabas con los chistes o las frases importantes de la cinta ¡porque había que contárselo a los que no tuvieron la suerte de verlo! “entonces llegó el galán y le dijo al malo: vas a morder el polvo, forastero. De repente, el malo se lanzó de lado sacando el revólver, pero el bueno, que era mucho más rápido, sacó las dos pistolas que llevaba en las cartucheras con las culatas del revés, para empuñarlas cruzando los brazos y antes de que el malo disparase ya le había metido dos balazos en el corazón, después, mientras soplaba el humo que salía de los cañones de las pistolas, dijo con voz profunda, Te lo había dicho, infeliz. Entonces entró en el saloón y pidió un whisky como si no hubiese pasado nada”  o bien, “el gangster estaba con su chica en el garito cuando llegó un fulano que le debía dinero, ¿me traes lo que me debes? Sí, es todo para ti, le dijo mientras abría un maletín que llevaba, pero en lugar del dinero sacó una metralleta y con ella mató al pistolero, a continuación, cogió por el brazo a la chica mientras le decía: ya te había dicho que ese hombre no te convenía”.
Cantinflas y Charlot
De las pelis cómicas, que nos encantaban, aprendíamos el acento mejicano de Cantinflas, su manera de caminar con el pantalón caído hasta el culo y nos volvíamos locos imitando los gestos de Charlot y su manejo del bastón, aunque ellos dos no eran los únicos, también veíamos las peripecias de el Gordo y el Flaco, la cara de palo de Buster Keaton y la angustia de Harold Lloyd colgando del gran reloj de la torre. También veíamos películas españolas, como La Casa de La Troya, pero los que arrasaban eran Charlot y Cantinflas.
Las aventuras de las películas contadas nos dejaban con la boca abierta, las vivíamos como si fuesen historias que nos ocurrían a nosotros mismos, porque no estábamos tan hartos de fábulas como lo están ahora nuestros niños y es que ahora disponen de la imagen para ver el mundo y antes nos teníamos que contentar, y bendito contento, con la palabra.
© Milio´l del Nido
Memorias de Ciudad Naranco

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